Más de una vez, en este mundo nuestro de las motos, ha habido intentos de “automovilizar” la moto. En los años 60, Friedl Münch, creó la primera Münch Mammoth con motores procedentes de coches NSU. Unos años después, en 1977, Ugo Grandis, ex-empleado de Chrysler en Sudáfrica, vuelve a Pádua donde se lía a fabricar este aparato: una moto con motor de Fiat 127.
Es el cuatro cilindros de 903 cc que emplearon también nuestros Seat y la idea era fabricar una moto GT: grande, cómoda… pero al tiempo muy barata de mantener, ya que las revisiones y los repuestos eran los mismos que los del utilitario de cuatro ruedas. En torno al motor, montado de forma transversal, una estructura multitubular, con basculante y algunas otras piezas de Laverda, asiento de Benelli y otros componentes de origen parecido, más una buena dosis de ingeniería propia e inventiva. La transmisión, muy complicada, iba desde el grupo diferencial del 127 (empleaba hasta el mismo cambio), mediante piñones, envíos y reenvíos a una salida por cadena convencional a la rueda trasera.
Pero lo más “guay” era el mando del cambio: al pie, de cuatro marchas… pero en H, como en el coche. Por más que leo cómo funcionaba, no logro entender cómo puedes replicar los movimientos de la palanca del cambio del 127, con un pedal en el pie… ¡Maravillas del diseño!