Arranco. Salgo de casa y pronto estoy entre el tráfico de la ciudad. Sí, en medio de coches que se detienen y arrancan, semáforos en cada esquina y calles estrechas llenas de gente, La capital es así. Pero tengo un aliado inesperado en mi Honda CBR650R, el nuevo embrague eléctrico de la casa del ala dorada, el E-Clutch. Qué, por cierto, es una auténtica bendición.
No tener que jugar con el embrague en cada parada me da fluidez y, además, simplifica la conducción. Puedo concentrarme en el entorno, en los coches y en las decisiones rápidas que tomamos todos los moteros cuando circulamos. Todo mientras la moto hace el trabajo duro en cuanto al cambio de velocidad por mí. Eso sí, aunque la maneta del embrague ni la he tocado, subo y bajo de marcha solo con el pie izquierdo cuando yo quiero, estirando marchas si es necesario… O no.
Mantequilla con la Honda CBR650R E-Clutch
Con el E-Clutch activado los cambios son suaves y eficaces. No me tengo que preocupar por calcular las revoluciones perfectas, solo por seguir avanzando, adelantando con suavidad y disfrutando del trayecto. Para el uso diario en ciudad, este tipo de tecnología facilita mucho la vida. Pero lo mejor estaba por venir.
Una vez que dejo atrás el caos urbano, me dirijo a una de mis carreteras de curvas favorita. Sí, vamos rumbo a la sierra. Al salir de la última rotonda y ver ese asfalto serpenteante, empiezo con el modo manual. Solamente hay que utilizar la maneta del embrague, como siempre, y la moto se comporta como cabría esperar. El E-Clutch queda en “stand by”.
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Las primeras curvas son suaves, todavía con el cuerpo acostumbrándose al cambio, pero rápidamente la sensación de estar totalmente conectado con la moto empieza a dominarme. Aquí, en estas curvas rápidas y cerradas, el cambio manual me da esa precisión milimétrica que me hacía sentir uno con la Honda. Puedo subir marchas justo cuando lo necesito, reteniendo el motor en las reducciones para entrar en las curvas con la velocidad justa y salir acelerando con fuerza.
Es una sensación diferente, más intensa, en la que no solo soy un pasajero, sino parte activa de la experiencia. El novedoso embrague, la palanca de cambios, el sonido del motor subiendo y bajando de revoluciones… Todo encajaba a la perfección.
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El broche de oro para este día estaba por llegar. Tras un breve descanso, me dirijo al Circuito del Jarama. Aquí el objetivo no era solo disfrutar, sino mejorar tiempos, arañar esas décimas que separan una buena vuelta de una excelente. Aquí, el nuevo embrague de Honda también se desenvuelve con precisión.
En la recta principal, acelero a fondo. Sentir cómo subía de marcha sin tocar el embrague es una delicia, el cambio era instantáneo, limpio y sin interrupciones en la aceleración. La moto no pierde ni un ápice de velocidad, como si no hubiera límite entre una marcha y la siguiente.
Cada vez que llega a una curva, reducía marchas con la misma precisión. El E-Clutch hace el trabajo por mí, permitiéndome concentrarme únicamente en la trazada perfecta. No solo estoy disfrutando, sino compitiendo contra mí mismo, buscando ese punto exacto en cada cambio, esa frenada precisa y la aceleración perfecta.
Al final del día, mi cuerpo está agotado, pero la satisfacción era inmensa. He exprimido todo lo que esta moto podía ofrecerme, desde la comodidad del embrague eléctrico de nueva generación, pasando por el control en las curvas con el cambio manual, hasta la adrenalina pura de arañar décimas en el circuito. Sin duda, un día redondo, para recordar.
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