Los grandes proyectos no tienen por qué serlo literalmente en tamaño. Aunque instalar el corazón de una Harley-Davidson en el interior de un BMW Isetta, sin duda lo es. Casi hablamos de orfebrería por el tamaño y por la dedicación, en uno de esos desafíos a los que merece la pena acercarse para ver de qué son capaces otros apasionados.
Para ello nos trasladamos a un lugar donde los coches pequeños no es que sean de su devoción, pero es el país de las «Harleys», Estados Unidos. Y más concretamente a Indiana y a la población de Deputy, en la que Mike Brown llevó a cabo toda la adaptación en sólo 37 días. El objetivo era conseguir llegar al Hot Wheels Legends Tour para exponer esa mezcla tan peculiar.
Una de los grandes desafíos del proyecto es, precisamente, dar cabida al motor de la Harley en el diminuto coche y conseguir que sea funcional. Hay que recordar que el BMW Isseta era un coche muy peculiar en sí en su momento. Lo que le hacía completamente diferente es que se trataba de un vehículo monoplaza, que buscaba minimizar el gasto y los espacios vacíos de los coches convencionales usados habitualmente de manera individual.
Aunque si el BMW Isseta fue conocido por algo, fue no sólo por su reducido tamaño sino porque la puerta estaba por delante. El volante se movía y se salía del coche justo por ahí, todo eso con un motor de la BMW R67 que cubicaba 582 centímetros cúbicos. Se puede decir que la esencia de este coche siempre fue contar con un motor de moto para propulsarlo.
Corazón de Harley-Davidson, pero colocado en el costado del Isetta
Eso sí, para esta preparación y debido al gran tamaño del motor, no valía con ponerlo en el lugar en el que se situaba el original sino en un lateral. Eso altera mucho el diseño del vehículo porque le pone peso en un lugar donde no estaba pensado.
Pero eso no es todo porque en el eje trasero las dos ruedas del Isetta también se cambiaron por unas de mayor tamaño para darle el efecto de un Hot Wheels clásico. De la misma manera, para darle más rigidez (y seguridad) al conjunto se creó una estructura interior, de manera que el chasis pasaba a ser tubular y se aprovechaba para dar cabida al motor.
Al final y con solamente 37 días para conseguir el objetivo, Brown logró llegar a tiempo al Hot Wheels Legends, pasar rondas y acabar presentándose en la final que se celebró en Fénix. Desafortunadamente, la dedicación y los cerca de 10.000 dólares invertidos en el Isetta no fueron suficientes y no logró ganar. Eso sí, la experiencia única que ha vivido no se la quita nadie.