Para un motero, hay pocas cosas más emocionantes que estrenar una moto nueva. Es una torrente de sensaciones: ilusión, mariposas en el estómago, nerviosismo… Vaya, como cuando quedaste para tu primera cita con la chica que más te gustaba en el colegio. Y por supuesto, no quieres quedar mal.
Pero claro, aparecen las cámaras para inmortalizar el momento, te creces y seguro que algún colega te dice: ¿a que no sales mañana del concesionario montado en moto? Y tu dices que por supuesto. Pero claro, tu no te acordabas que la recepción no es el taller, y que para salir hay escaleras… Y pasa lo que tiene que pasar pero que ni te imaginas.
Sé sincero. Esperabas que se diese un golpetazo y la moto fuese de vuelta al taller. Pero no, lo que demuestra es dos cosas: que los protectores de cárter están ahí por algo y que el albañil que puso los azulejos de las escaleras ahorró en cemento. O estaba en prácticas.
Me imagino la factura cuando vaya a su primera revisión:
- 3,5 litros de aceite
- Arandela
- 1,5 horas de mano de obra
- 4 azulejos gres
- Cemento
- 2 horas de albañilería
- Total: ….
La próxima vez, ya se sabe, hay que bajar o de un salto o a una rueda. Y si es posible, saludando al respetable. Como tiene que ser, con dos cilindros.