Cuando el geólogo Grove Karl Gilbert decidió bautizar el Gran Lago Salado en honor a Benjamin Bonneville, oficial del ejército estadounidense encargado de explorar la zona en 1830, no sabía que se convertiría en uno de los nombres más conocidos a lo largo del siglo XX para los amantes de la velocidad.
En el estado de Utah y a las orillas de Wendover se encuentra el Salar de Bonneville, uno de los lugares de peregrinación para todos los amantes de la velocidad. En 1914 la publicación Motor Age Magazine consideró que el pavimento del lago salado era tan firme como una pista de cemento, planteándole así al mundo una nueva pista para competir.
Durante sus inicios, en los años 30, los pilotos norteamericanos se citaban en el Salar de Bonneville para disputar carreras de resistencia alrededor de un óvalo dónde podían alcanzar hasta las 24 horas de competición. Este gran lago salado también se convirtió en el escenario elegido por las marcas de vehículos para realizar pruebas de velocidad, lo que dio paso a lo que conocemos ahora.
Con el paso del tiempo las carreras de resistencia fueron perdiendo importancia, mientras que la velocidad iba metiéndose en las venas de todos los pilotos que acudían a Bonneville, compitiendo año tras año con el objetivo de batirse a sí mismos, siendo capaces de construir impresionantes preparaciones. En la búsqueda de lograr la máxima velocidad jamás registrada, los pilotos y sus equipos fabricaban cada vez motos más rápidas convertidas en auténticos cohetes.
En 1935 Malcolm Campbell situó el Salar de Bonneville en el mapa tras convertirse en el primer hombre que superaba las 300 millas por hora en un automóvil, registrando una velocidad máxima de 484,955 km/h.
En el año 1940 Ab Jenkins se convirtió en el vigésimo cuarto alcalde de Salt Lake City, un gran apasionado del automovilismo y piloto de motos especialista en DirtTrack y Cross Country. Tras el hito logrado unos años antes y dada su afición por las carreras y la competición fue el encargado de convertir el Salar de Bonneville en la meca de la velocidad.
Primera etapa de Bonneville: años dorados de Triumph
En 1949 se celebró la primera edición de la Semana de la Velocidad en los Salt Falts. Desde ese momento, el Departamento de Transporte de Utah se encarga de buscar y elegir un área segura cada verano para disputar el Bonneville Speedway. Desde ese momento en la vasta extensión de terreno con aspecto lunar empezaron a caer los récords de velocidad.
En el Salar de Bonneville se celebran tres eventos anuales, SpeedWeek en agosto, World of Speed en septiembre y Word Finals en octubre. Las motos en función de su potencia compiten por dos semi-pistas casi paralelas, una de distancia larga (10 kilómetros) y otra corta (de 5 kilómetros).
No fue hasta septiembre de 1956 cuando Johnny Allen saltó sobre la vasta extensión salada al manillar de su streamliner bautizada como “Texas Cee-Gar” que montaba un motor bicilíndrico Triumph Thunderbird de 650cc y 100cv con el que entró en el club de las 200 mph al alcanzar una velocidad de 214,4 mph, lo que equivale a 345,06 km/h.
Esta hazaña marcó un antes y un después en la fábrica de Kinckley y en su honor bautizó a uno de sus modelos más emblemáticos. Triumph continuó haciéndose un hueco en los históricos récords de velocidad, batiéndolo hasta en cuatro ocasiones. Allen consiguió su primer record a lomos de la Devil`s Arrow estableciendo una velocidad máxima de 193,73 mph, 311,78 km/h.
Siete años después de este logro, Triumph se volvió a superar con la streamliner Dudek de William Johnson y en 1966 Bob Leppan a lomos de la Gyronaut X-1 llegó a los 245,6 mph, aunque este récord no se llegó a oficializar.
Segunda etapa Bonneville: mitos y leyendas
Durante la década de los sesenta apareció en escena el cazarrécrords neozelandés, Burt Munro. Un veterano con un espíritu juvenil arrollador que le hicieron comprarse una Indian Twin Scout en 1920 por 50 libras, con la que viajó cuarenta años después a Bonneville para participar en el Speed Week.
A pesar de no estar inscrito en la competición, Munro consiguió superar las barreras burocráticas y finalmente pudo participar. En 1962 marcó un registro de 288 km/h a bordo de su Indian a la que le había modificando el motor hasta los 850cc. Con 68 años, en 1967, el ‘Kiwi’ volvió viajar desde Invercargill hasta Bonneville para volver a competir y dejar su nombre en la historia de la velocidad.
Durante la Speed Week de 1967 Burt Munro volvió a modificar el motor de su Indian, esta vez alcanzó los 950cc por lo que se volvió a inscribir en la categoría de motos de menos de 1.000 cc. En esta ocasión consiguió marcar un registro de 295,44 km/h superando las 180 mph, para conseguirlo hizo una carrera de una sola dirección en la que llego a marcar los 305,96 km/h.
A pesar de que regresó hasta en nueve ocasiones más, Munro no fue capaz de superar su hazaña. Ahora 50 años después de este logro, su plusmarca en motos de menos de 1.000 cc sigue sin superarse.
En la década de los setenta aparecieron en escena las fábricas japonesas y la pura raza americana. Durante estos años los récords se los empezaron a llevar las marcas japonesas, Yamaha y Kawasaki, en dura pugna con la “local” Harley-Davidson. En 1970 llegó Don Vesco que al manillar de su Yamaha de 700 cc, alcanzó los 405, 25 km/h, 251,66 mph.
Don Vesco consiguió dos récords más en el 75 y en el 78, pero esta vez en la categoría de motos de más de 1000 cc. Con la Yamaha Silver Bird llegó a alcanzar las 302,92 mph, 487,515 km/h, convirtiéndose en el primer piloto que sobrepasaba la barrera de las 300 mph. En 1978 compitió en la categoría Streamliner, con un motor Kawasaki KZ1000 de 2.030 cc, con el que marcó las 318,598 mph, 509,757 km/h.
Ya en la década de los noventa, Dave Campos consiguió llevar a lo más alto al mítico V-Twin de Harley-Davidson. El piloto mexicano compitió en la categoría de streamliner de más de 3.000 cc montando dos motores V-Twin. Campos consiguió el apoyo para competir de miles de pequeños patrocinadores. Durante el tercer día de competición su Easyriders se vio dañada como consecuencia de un accidente, lo que les obligó a trabajar duro durante los días posteriores para poder intentar batir el record. Y así fue cuando salieron a pista, Campos y su Easyriders, consiguieron alcanzar los 518.45 km/h, 322,150 mph, estableciendo así un récord que duró hasta 2006.
Bonneville durante el siglo XXI
Esta vasta extensión de terreno tampoco es eterna, y ha visto como las fuertes lluvias y los problemas del cambio climático de la última década están dañando su gruesa capa de sal. A pesar de que se aprobó una resalinización del terreno para intentar lidiar con estos problemas.
Para los organizadores de la competición cada vez les resulta más complicado encontrar una pista segura de 10 kilómetros. El principal problema es la reducción de la cantidad y la calidad de sal que recubre el famoso lago. La meca de la velocidad vio como durante 2004 y 2005 las fuertes lluvias hicieron que se cancelara el evento.
Después de dos años sin poder disputarse la mítica prueba, en 2006 los pilotos llegaron con ganas al Salar de Bonneville. Rocky Robinson a bordo de su moto cohete, la Top Oil Ack Attack, superó el récord de Dave Campos marcando un nuevo registro de 564.693 km/h.
Ya en el 2010, Rocky Robinson volvió a hacer historia, cabalgando sobre su mítica Top Oil Ack Attack, rompió la barrera de los 600 km/h. La moto propiedad de Mike Akatiff, puede presumir de ser la más rápida sobre la faz de la tierra, dentro de la categoría Streamliner, siendo capaz de superar sus propios registros incluso en tres ocasiones consecutivas.
Ahora su misión es romper la barrera de las 400 mph algo que todavía no ha logrado ninguna moto. A pesar de que ha estado cerca esta hazaña se le resiste en recorridos de dos sentidos marcó 376.363 mph o lo que es lo mismo 605,679 km/h, y en un solo sentido alcanzo la estratosférica cifra de 394,084 mph, unos 634,217 km/h.
A pesar de que Bonneville es la meca de la velocidad, no hay que olvidar al peligro que se exponen y se han expuesto todos los pilotos que intentan batir los récords absolutos alcanzando velocidades de vértigo.
El mítico Sam Wheeler en su búsqueda continua por la perfección aerodinámica y soluciones única, le llevaron a encontrar el neumático perfecto capaz de superar los 600 km/h, construido con aluminio incrustado.
En 1970 entró en el club de las 200 mph, al superar los 335,90 km/h. Posteriormente, durante sus siguientes visitas al Salar de Bonneville consiguió entrar en el club de los 300 mph, marcando los 534,96 km/h. Wheeler también consiguió alcanzar los 571,31 km/h de velocidad máxima en un solo recorrido. A pesar de que podía parecer inmortal, la suerte de Sam Wheeler dio un drástico giro en 2016 en el Salar de Bonneville cuando sufrió un accidente a mandos de su bólido a más de 200 mph que le causó la muerte.
En un mundo, históricamente, de hombres, llama la atención la hazaña de la piloto americana Valerie Thompson, que durante la pasada edición de la Speed Week, se convirtió en la mujer más rápida del mundo, entrando en el selecto club de las 300 mph, alcanzando los 489,66 km/h.
En la actualidad, desde hace cinco años, ha surgido una nueva competición que se celebra en septiembre, la Bub Motorcycle Speed Trials, un evento de velocidad exclusivo para motos en el que compiten seis categorías, motos, sidecars, cyclecars, streamliners, especiales y eléctricos.
Para todos aquellos motorhead, Bonneville es un lugar de peregrinación obligatoria, donde acuden aficionados de todas las edades. Durante los tres eventos que se celebran en el salar, los aficionados pueden encontrar una impresionante variedad tanto de coches como de motos, que va desde autenticas máquinas de carreras hasta impresionantes preparaciones vanguardistas envueltas en fibra de carbono.