Históricamente, la moto ha tenido una función vital en la movilidad de las grandes ciudades. Pocas emisiones, tamaño reducido, capacidad de evitar los atascos… Una herramienta que a pesar de las reticencias de algunos políticos, han ahorrado millones de horas productivas a la sociedad. Ahora la situación parece estar complicándose en algunos lugares donde las motos están perdiendo las ventajas que tenían como contrapartida al “favor” que hacían a las ciudades.
Y una de esas ciudades es París, donde desde el pasado 1 de septiembre ha entrado en vigor una nueva normativa de regulación para el aparcamiento que afecta a los vehículos de dos ruedas con motor de combustión interna. Una legislación que llevaba de la mano la implantación de la salvaje tasa de 3 euros la hora por aparcamiento con la excusa de evitar la congestión urbana, la contaminación y el ruido.

Cualquiera que haya estado en París habrá notado la cantidad de tráfico que hay y las caravanas que son norma, a pesar de que muchos ciudadanos emplean el uso de motos y scooters. Pues bien, con esta nueva directriz el aparcamiento pasaba a ser de pago en las zonas habilitadas y al precio mencionado anteriormente. Pero lo llamativo es que en estos pocos más de tres meses que lleva operativo el sistema, la policía parisina ha puesto más de 200.000 multas a motos para recaudar más de cinco millones de euros.
Hay que decir que las multas oscilan entre los 25 y los 37,5 euros y que en este tiempo, además de las multas, se han retirado más de 5.000 motos y scooters por estacionamiento ilegal. Como era de esperar, esta situación ha levantado ampollas en los usuarios parisinos, a pesar de lo cual el vicealcalde de París, David Belliard parece satisfecho con una medida que en su ideario significa reducir la contaminación.
Hay que decir que las motos eléctricas sí mantienen su estatus de no pagar por aparcar, pero también es importante recordar que si quitas a las motos con motor de combustión de la ecuación, la contaminación puede correr el riesgo de dispararse en caso de que los usuarios prefieran volver a los coches. Una muestra más de que a veces las buenas intenciones imaginarias no miden las consecuencias reales. Y todo ello por no hablar de lo que supone hacer un cambio de moto no natural sino forzado por las circunstancias. En cualquier caso, la guerra a la moto en Francia continúa. Esperemos que los Pirineos sean capaces de retener esa caza de brujas.