En el mundo real, es decir, fuera de la alta competición, todos los fabricantes luchan por optimizar cada generación de sus neumáticos con una tecnología que mejoren su agarre en todas las condiciones, pero sin perder durabilidad. También se incide en su rápido calentamiento y en la reducción de su tiempo de rodaje. En este sentido influyen los nuevos compuestos con mayor porcentaje de Sílice, que favorecen mucho el agarre en mojado y a baja temperatura, asegurando una excelente manejabilidad y consistencia.
Aunque sus prestaciones sean las mejores del segmento en cuestión, nunca está de más ser cauteloso durante los primeros kilómetros de uso, para que se adapten bien a la moto, a nuestra manera de conducir y mantengan una correcta pisada durante toda su vida útil. Esto no significa que debas circular más lento, sino más bien menos agresivo de lo que harías con unas gomas ya “rodadas”.

Nada más poner un juego nuevo en nuestra moto debemos eliminar esa capa protectora brillante de parafina que los cubre para que rindan al 100% y, para ello, la única manera es rodarlos por toda su superficie y que se desgasten homogéneamente hasta que se vuelvan mates. En algunos modelos premium del mercado se ha avanzado mucho y ya muestran un aspecto mate «listo para usar». Igualmente es recomendable evitar aceleraciones y frenadas bruscas, velocidades altas e inclinadas fuertes.
Realmente es como si usásemos el asfalto de la carretera o la tierra de una pista para «lijarlos» suavemente, facilitando que la banda de rodadura absorba correctamente todas las irregularidades del terreno por donde circulamos. Para uso ocasional en circuito (tandas, cursillos, rodadas, etc) bastaría con tantear la pista en 2-3 vueltas a medio ritmo y con las presiones correctas, tanto para desgastarlos un poco como para que calienten mejor, pues el asfalto de una pista es mucho más abrasivo que el de las carreteras convencionales.